Creemos que la fe comienza con Jesús, entendiendo quién es Él, qué ha hecho y lo que eso significa para nosotros.
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Hay un solo Dios verdadero, creador de toda vida y supremo Señor del Universo. Siempre ha existido, es eterno, y coexiste en tres personas de igual jerarquía: Dios Padre, Dios Hijo (Jesucristo) y Dios Espíritu Santo. Aprendemos de Dios a través de Su creación, Su Palabra y Su Hijo. El amor de Dios hacia nosotros es más grande de lo que podemos imaginar.
Génesis 1:26,27; Deuteronomio 6:4; Job 38:1-41:34; Mateo 3:13-17; Juan 3:16; Romanos 1:19,20; 2 de Corintios 13:14; Efesios 4:6.
Jesucristo es el Hijo único de Dios. Es igual a Dios Padre y a Dios Espíritu Santo. Vino al mundo y se hizo hombre. Él fue Dios y hombre verdadero. Nos ha revelado quién es Dios. Sus milagros, su vida sin pecado y sus enseñanzas que han cambiado vidas confirmaron que Él es Hijo de Dios. Su propósito de venir al mundo fue mostrar el amor de Dios al morir en la cruz llevando consigo los pecados de todos los seres humanos y al sufrir el castigo que merecen todos nuestros pecados. Al resucitar corporalmente de entre los muertos y prometer que volverá un día, dio testimonio de que Él es Rey de reyes y Señor de señores. Jesús desea relacionarse íntimamente con todo ser humano.
Mateo 1:22,23; Juan 1:1, 14, 18; Hechos 10: 37-43; 1 de Corintios 15:3, 4; Efesios 2:4-8; Filipenses 2:5-11; Colosenses 1:15-21; Hebreos 1:1-3.
El Espíritu Santo es igual a Dios Padre y a Dios Hijo. Él vive como un auxiliador y guía en cada uno de los miembros de la familia de Dios. A través de la obra del Espíritu Santo la persona alcanza salvación. Una vez alcanzada la salvación, el Espíritu Santo viene a vivir en nuestro cuerpo físico haciendo de él su morada. Él ayuda a cada cristiano para que pueda hacer el bien, le da fortaleza para servir a Jesús y orientación en la vida para que pueda andar en el camino de Dios.
Todo cristiano debe permitir que el Espíritu Santo de Dios le ayude diariamente.
Juan 14:16,17; Juan 16:7-13; Hechos 2:38; 1 de Corintios 6:19,20; Efesios 3:16-20; Efesios 5:18.
La Biblia es la palabra escrita de Dios. Inspiración es el nombre que se le da al proceso que Dios usó para darnos Su Palabra. La inspiración significa aliento (soplo) de Dios. La Palabra de Dios no tiene errores y es la verdad. Nos cuenta quién es Dios, por qué nos ama y cuál es su plan para nosotros. La Biblia es la autoridad o patrón de vida que permite vivir de acuerdo a la voluntad de Dios.
Juan 14:16,17; Juan 16:7-13; Hechos 2:38; 1 de Corintios 6:19,20; Efesios 3:16-20; Efesios 5:18.
Necesitamos la salvación porque hemos pecado. El pecado nos separa de Dios, quien desea tener una relación con nosotros. Es imposible para el ser humano restaurar o restablecer su relación con Dios por medio de buenas obras, ritos religiosos o por ser miembro de alguna iglesia. No podemos por nuestros propios esfuerzos conseguir estar bien con Dios. La muerte de Jesús no fue un accidente. El plan de Dios desde el principio ha sido salvarnos de nuestros pecados a través de la muerte de Jesucristo. Al acto del generoso amor de Dios, la Biblia lo llama gracia. Su gracia es su regalo para nosotros y lo recibimos cuando entramos en una relación de un pacto con Jesucristo poniendo toda nuestra confianza y fe en Él. Cuando decidimos que vamos a seguir a Jesús el resto de nuestra vida demostramos la confianza que tenemos en Jesús mediante la obediencia a Su mandamiento de ser sumergidos (bautizados) en agua. Así compartimos la muerte, sepultura y resurrección de Jesús.
Isaías 59:2; Juan 3:16; Hechos 2:37-49; Romanos 3:10, 11, 23; Romanos 6:3,4; Romanos 6:23; 1 de Corintios 15:1-4; Efesios 2:1-10; Tito 3:3-8.
La iglesia es la familia espiritual de Dios, está formada por todos aquellos que han escogido confiar en Jesús y son sus seguidores (discípulos). La iglesia no es un edificio ni un grupo particular de creyentes. Pertenecer a la iglesia es pertenecer a Jesús. La Biblia usa la analogía de que Jesús es la Cabeza de la Iglesia, la cual es Su cuerpo. La voluntad de Dios es que la iglesia se reúna regularmente para adorar a su Cabeza, Jesús, usar los diferentes talentos y habilidades para servir a la Cabeza, amar y animar a los que están en el cuerpo y trabajar con diligencia para mantener la unidad del cuerpo. Cuando los miembros de Su iglesia nos amemos unos a otros y mantengamos un propósito de unidad y buenas relaciones, el mundo alrededor nuestro reconocerá que pertenecemos a Jesús. La iglesia o cuerpo busca hacer la voluntad de Dios, lo cual incluye amar y salvar al mundo a través de Jesucristo.
Mateo 16:15-18; Juan 17:20-23; Juan 13:34,35; Hechos 2:42-47; 1 de Corintios 12:12-27; Efesios 1:22,23; Efesios 2:19-22; 1 de Pedro 2:4-10.
Nosotros fuimos creados a semejanza espiritual o imagen de Dios. Él nos ha dado libertad de elección. Tenemos la capacidad de decidir amar como Dios ama, de escoger hacer el bien conforme a la justicia de Dios y de escoger valorar lo que Dios valora. Dios nos ha creado porque Él quiere una familia que lo ame, pero que lo ame porque tiene el deseo de amarlo, no porque tenga que amarlo. Adán, el primer hombre, escogió el pecado y debido a ello el ser humano vive en una creación dañada, con naturaleza espiritual corrupta. Como resultado, todo ser humano eventualmente escoge el pecado y consecuentemente se separa de Dios.
Génesis 1:27; Génesis 3:1-24; Salmo 8:3-6; Juan 4:24; Efesios 1:4-6; Romanos 3:23.
Basado en las Sagradas Escrituras y la constante enseñanza moral de la iglesia;
Escrituras relacionadas al matrimonio y la sexualidad –
Génesis 1:26-28, Génesis 2:18-24, Éxodo 20:14, Levítico 18:7-23, Levítico 20:10-21, Deuteronomio 5:18, Mateo 5:27-28, Mateo 15:19, Mateo 19:4-9, Marcos 10:5-9, Romanos 1:26-27
Cuando Dios nos creó a usted y a mí, nos creó con un alma que nunca dejará de existir. Los que deciden seguir a Jesús como Señor y tienen una relación personal con Él, vivirán en la eternidad con Dios en el cielo. Los que rechazan a Jesús, negándose a seguirlo, vivirán la eternidad en el infierno. El cielo, así como la salvación y la gracia, son un regalo de Dios. El infierno es lo que se buscaron aquellos que no aceptaron el ofrecimiento del perdón de Dios. El cielo y el infierno existen de verdad.
Ezequiel 18:20; Mateo 7:21-23; Mateo 10:28; Mateo 25:31-46; Lucas 16:19-31; Juan 14:1-6; Romanos 6:23; Filipenses 3:17-21; Apocalipsis 20:15.